Comentario
De la disposición de cuerpo del Almirante y de las ciencias que aprendió
Fue el Almirante hombre de bien formada y más que mediana estatura; la cara larga, las mejillas un poco altas; sin declinar a gordo o macilento; la nariz aguileña, los ojos garzos; la color blanca, de rojo encendido; en su mocedad tuvo el cabello rubio, pero de treinta años ya le tenía blanco. En el comer y beber y en el adorno de su persona era muy modesto y continente; afable en la conversación con los extraños, y con los de casa muy agradable, con modesta y suave gravedad. Fue tan observante de las cosas de la religión, que en los ayunos y en rezar el Oficio divino, pudiera ser tenido por profeso en religión; tan enemigo de juramentos y blasfemias, que yo juro que jamás le vi echar otro juramento que "por San Fernando" y cuando se hallaba más irritado con alguno, era su reprehensión decirle: "do vos a Dios, ¿porque hiciste esto o dijiste aquello?"; si alguna vez tenía que escribir, no probaba la pluma sin escribir estas palabras: Jesús cum María, sit nobis in via; y con tan buena letra que sólo con aquello podía ganarse el pan.
Dejando otras particularidades que en el contexto de la historia podrían ser escritas a su tiempo, pasaremos a contar las ciencias a que más se aplicó, y diré que siendo de pocos años aprendió las letras y estudió en Pavía lo que le bastó para entender los cosmógrafos, a cuya lección fue muy aficionado, y por cuyo respeto se entregó también a la astrología y geometría; porque tienen estas ciencias tal conexión entre sí, que no puede estar la una sin la otra, y aun Ptolomeo en el principio de su Cosmografía, dice que ninguno puede ser buen cosmógrafo, si también no fuere pintor. Supo también hacer disenos para plantar las tierras y fijar los cuerpos cosmográficos en plano y redondo.